Es primero de enero del dos mil catorce, el tiempo no deja de impresionarme, su forma en como parece avanzar tan rápido en algunos momentos y tan lentos en otros. Yo nunca he podido mantener una relación sólida con el tiempo, para mi hace dos meses fue ayer y ayer me parece que fue tres años atrás. Así que esa conexión entre realidad – yo – lo que comí ayer – lo que use el día que nos conocimos o la primera vez que estuvimos juntos, puede que no tenga sentido si lo ubico en una línea de tiempo.
Algunas cosas parecen estar más claras que otras y el tiempo no es más que los minutos que me faltan para verte. Uso reloj solo por la costumbre de no tener una muñeca desnuda, eso de los horarios siempre se me ha complicado, la puntualidad no es mi mejor virtud aunque sinceramente me esfuerzo. Comenzar un nuevo año puede asustar cuando tienes tantas expectativas, llevo un blog para poder tener un orden cronológico de los hechos en mi vida y subo fotos a las redes sociales de la mayoría de las cosas que hago, para poder recordar cuándo estuve en qué lugar y por qué motivo.
¿Qué tiene que ver esto con redundar?… Me gusta hablar, decir lo siento, no callarme nada. Así parezca que estoy redundando, que repito siempre lo mismo; prefiero eso a quedar como él que nunca dijo lo que sentía. Las palabras construyen puentes, ¿por qué callarnos lo que sentimos?…
Esto de hablar en cierto modo lleva irremediablemente a cerrar ciclos y comenzar cosas nuevas, las palabras nos abren y cierran puertas para avanzar o por el contrario quedarnos estancados. Los nuevos comienzos necesitan de palabras que aunque puedan ser redundantes nos permitan desbloquear lo que viene. Yo no le tengo miedo a sonar redundante, reafirmando lo que siento y reconfirmando mis acciones, porque las palabras nos hacen libre y yo a eso si que no le tengo miedo.
Feliz 2014
