Se siente muy liberador -aunque suene a lo contrario- caminar el mismo camino agarrados de manos, juntos. Entrar en sintonía y no solo sincronizar los pasos, sino también la respiración, los latidos del corazón. Mi lugar seguro es donde estés tú, yo soy la morada donde te refugias, donde sin decir palabras te recuestas y en silencio callas tus miedos sabiendo que no importa, porque juntos todo será como debe ser y los miedo no pueden alcanzarnos.
Te miro a los ojos, buscando el reconocimiento de mi en ti, me abres la puerta a tus lugares prohibidos, consigo entrar sin problemas, ingresar a los secretos de tu cuerpo, de tu vida, penetrar con la plena seguridad que tú también lo quieres. Es difícil no asociarlo con la alineación de los planetas, todo se encausa, se ordena, se junta para funcionar como una sola cosa, un universo que late y se expande porque nosotros hemos logrado encajarnos.
Es curioso como estaba convencido de estar haciendo el amor contigo, «hacemos el amor» y todo lo que sentimos es resultado de esa acción, de colocar cada parte de nuestros cuerpos sobre el lugar correcto en el cuerpo del otro, y te lo hice saber así: Hacemos el amor. Pero me miraste y con calma respondiste: El amor ya está hecho, estamos poniéndolo en practica.
Comprendí que el amor existe desde el primer momento en que te besé, cuando te miré y supe que no quería dejarte ir, que era contigo con quién deseaba estar y tus labios suaves y tibios los que quiero besar siempre, que mis manos solo se sienten bien cuando es a ti a quién tocan, y escucharte hablar y saber que piensas y entender que quería todo, lo quería todo... Ese día, hicimos el amor.
Desde ese entonces «el amor ya está hecho».
