A Veces Escribo

Es primero de enero del dos mil catorce, el tiempo no deja de impresionarme, su forma en como parece avanzar tan rápido en algunos momentos y tan lentos en otros. Yo nunca he podido mantener una relación sólida con el tiempo, para mi hace dos meses fue ayer y ayer me parece que fue tres años atrás. Así que esa conexión entre realidad – yo – lo que comí ayer – lo que use el día que nos conocimos o la primera vez que estuvimos juntos, puede que no tenga sentido si lo ubico en una línea de tiempo.

Algunas cosas parecen estar más claras que otras y el tiempo no es más que los minutos que me faltan para verte. Uso reloj solo por la costumbre de no tener una muñeca desnuda, eso de los horarios siempre se me ha complicado, la puntualidad no es mi mejor virtud aunque sinceramente me esfuerzo. Comenzar un nuevo año puede asustar cuando tienes tantas expectativas, llevo un blog para poder tener un orden cronológico de los hechos en mi vida y subo fotos a las redes sociales de la mayoría de las cosas que hago, para poder recordar cuándo estuve en qué lugar y por qué motivo.

¿Qué tiene que ver esto con redundar?… Me gusta hablar, decir lo siento, no callarme nada. Así parezca que estoy redundando, que repito siempre lo mismo; prefiero eso a quedar como él que nunca dijo lo que sentía. Las palabras construyen puentes, ¿por qué callarnos lo que sentimos?…

Esto de hablar en cierto modo lleva irremediablemente a cerrar ciclos y comenzar cosas nuevas, las palabras nos abren y cierran puertas para avanzar o por el contrario quedarnos estancados. Los nuevos comienzos necesitan de palabras que aunque puedan ser redundantes nos permitan desbloquear lo que viene. Yo no le tengo miedo a sonar redundante, reafirmando lo que siento y reconfirmando mis acciones, porque las palabras nos hacen libre y yo a eso si que no le tengo miedo.

_{Feliz 2014}

A ti te busco en mis propios pensamientos, estoy claro que por allí te guardé.

A ti te beso sobre los mismos labios donde otros te han besado.

A ti te canto las canciones que de niño aprendí.

A ti te bailo al ritmo de las canciones tropicalientes que hacemos que no nos gustan, pero si.

A ti te toco recorriendo con mis dedos tus hendiduras y pliegues.

A ti te escucho cuando estas por estallar y cuando quieres callarte todo.

A ti te escribo poemas e historias que no significan nada, pero significan todo.

A ti te extraño desde el último segundo que te vi, hasta el próximo momento que te veré.

A ti te digo hola (y significa “¿por qué me gustas tanto?”).

A ti te grito: “epa aparece, sie” pero no me escuchas y yo sigo gritando.

A ti te cocino lo poco que sé hacer, con la esperanza que te apiades de mi y nunca más me dejes cocinar.

A ti te llevo a pasear por mis lugares favoritos, para que te enamores de ellos como lo he hecho yo.

A ti te muestro mi mundo.

A ti te tengo en mi vida.

A ti te.

A ti.

No me gustas porque seas inalcanzable o diferente, me gustas como me gustan las cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma. (Aunque lo de secretamente está de más, me gustas y lo más importante es claramente tú lo sepas y lo sabes).

Me gustas como la planta que no florece, (esas mismas a las que eres alérgica) y gracias a que me gustas, puedo comenzar a notar matices en ti -es decir-, esto de mirarte se convierte en una forma de conocer lo que no conozco y lo que nunca conoceré.

En resumidas cuentas, me gustas sin saber cómo, ni cuándo, ni dónde, me gustas directamente sin problemas ni orgullo: así me gustas porque no sé otra forma de que me gustes.

Sino así de este modo.

_{Inspirado en el: Soneto XVII, Pablo Neruda}

Lo que hacemos es todo por inspiración, la musa toca nuestra alma que nos impulsa a expresarnos, a sacarnos de adentro lo que sentimos, los sueños los llevamos a pasear… Pienso bastante en lo que pudiera haber pasado si por ejemplo, tú nunca fueses enviado ese mensaje que nos llevó a donde estamos ahora, si la musa no te fuese tocado el corazón y a ti no te fuese provocado escribirme más nunca.

Duele pensar que tal vez nada fuese pasado, estaríamos cada quién en lo suyo –cuando yo lo quiero ahora es estar contigo–. Pero yendo en contra de cualquier posibilidad, contra todo pronostico se nos dio borrarnos los labios de tanto restregarlos contra el otro, te hice preguntarme “¿Qué es lo que más te gusta del mundo?”- mi respuesta fue totalmente obvia- “Del mundo lo que me gusta eres tú”… Y no miento, si no sé como sacarme de mi mente la imagen de tu rostro, tus ojos profundos y misteriosos, tus manos suaves que se sudan cuando las agarro entre las mías, tus cejas perfectas y las pequeñas pecas que revisten tu nariz pero para verlas hay que acercarse, tenerte de frente, muy de cerca.

Y yo lo que quiero es mirarte, detener el tiempo para así detallarte con calma, sin apuros, poder así sin que nada me lo impida, verte para siempre.

Escribir siempre es L I B E R A D O R, leerme es indudable un cable a tierra, tengo que ser honesto conmigo y aceptar que está vida que tengo, única e irremplazable, la vivo entre fantasías y un poco –pero de verdad muy poco- de realidad. Pero ahí es cuando la cosa se complica, ojalá todo fuese así de sencillo –imaginar y listo, todo se hace realidad-.

Quisiera ponerle un orden lógico a mis ideas, pero no está resultando una tarea sencilla y suele ser confuso ordenar los sentimientos cronológicamente, la vida es multi-tasking y yo como un loco que le gusta hacer un algoritmo de todo, necesito que las cosas sean simples, lineales, procedimiento a procedimiento -todo bien definido-, pero no es así, que difícil es adaptarme a los días que desajustan mis planes, de lo espontaneo a veces me queda la ansiedad y si no tengo motivos para levantarme de la cama por las mañanas no lo hago, por eso siempre estoy pensando, PENSANDO – PENSANDO – P E N S A N D O, que haré después, que va a pasar, que me dirán, como voy a reaccionar, como van a reaccionar.

No puedo controlar todo, y cuando no sé como ponerme simplemente me pongo feliz –acción patética mi vida- no puedo más que aceptar que somos como un barquito de papel en un charquito de agua, que a veces simplemente se tiene que dejar llevar, o como partículas que colisionan –eso nos cambia, nos modifica, nos hace diferentes-. Las cosas no son importantes porque existen, son importantes si se piensan en ellas.

Lo que hago es chocar con la gente, para quedarme en sus mentes, para grabarlos en la mía.