GRANDES MUROS, #23

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Enamorarse es raro, no sé si sea una locura, aunque tal vez es una locura socialmente aceptable. Pero no deja de ser raro… Raro porque tiene que dar mucho miedo bajar la guardia, colocar el puente sobre el rio y esperar que la otra persona pase a tu vida, darle acceso completo… A ti.

Nunca será bueno sentirse vulnerable, sin resguardo, desnudo… Ante la mirada de una persona que de-construye quién eres, que comienza a conocerte, a tocar con sus manos frías las partes nobles y tibias de ti.

Por eso entiendo lo altos muros que te rodean, pero yo no desisto de saltar para intentar pasar sobre ellos, dar con tu centro tibio, suave, delicado, encontrar a esa niña que se estremecería de escucharme decirle al oído que podría amarla, y estremecer su piel hasta lograr poner su corazón pequeñísimo de la ternura que la haría sentir.

A veces odio estos grandes muros que te protegen, y me desespero intentando conseguir algún espacio para atravesarlos, colarme por algún huequito que me permita alcanzar ese cofre donde guardas tus sentimientos más preciados y dejarlos libres para que terminen de derrumbar estos muros.

Sin embargo me calmo, «medimos todo con el tiempo y no sabemos esperar». Yo sigo de este lado del muro y quiero creer que tú del otro lado me gritas que no me rinda.

This entry was posted on domingo, 9 de febrero de 2014 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.

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