Ya no quiero escribir a veces.
Me gusta tanto que quema, #28
Eres el puñal que atraviesa mi carne, como lo haría cualquier cuchillo a la mantequilla para la arepa, un ardiente sable que perfora mi pecho como cualquier taladro de cualquier casa un sábado de bricolaje en familia.
Cuando te veo siento al universo entero moviéndose en mi plexo solar, como las mariposas que todo el mundo siente cuando se enamora, tal vez eso es lo que significa todo, que estoy enamorado –pero muy poco entiendo de rituales, o de identificar sentimientos–.
Cada cierto tiempo pienso algunas cosas, pero no me atrevo a decirlas en voz alta no vaya a ser que alguien pueda escucharme, pero cada vez las pienso con más fuerza, más recurrentes, más abrasivas, más tormentosas.
(ME GUSTA TANTO QUE QUEMA)
Antes de cruzar la calle, al mirar al semáforo cambiar de verde a rojo (ME GUSTA TANTO QUE QUEMA).
Después de pedir una empanada de pabellón y un jugo de naranja a las 7:30am en el mismo sitio de todos los días (ME GUSTA TANTO QUE QUEMA).
Minutos antes de dormir (ME GUSTA TANTO QUE QUEMA).
Al abrir los ojos a las 6:40am de Lunes a Viernes (ME GUSTA TANTO QUE QUEMA).
Ningún momento juntos es suficiente cuando se termina, estar en la puerta de tu casa y saber que debo regresar a la mía… solo, es como una quemadura sobre mi piel viva. Y es precisamente ese camino a casa es el más difícil, el más doloroso, el que más consume…
Y al llegar a mi cama aparece ese gran agujero negro que todo quiere absorber y que duele de formas indescriptibles, querer duele y cuando alguien te gusta tanto se siente como quema. El amor deja marcas.
Se acabó, #27
La solución más factible que se me ocurrió para encontrarme… fue alejarme de mi. Intentar detener todas las palabras con las que intentaba describirme y retratarme, esas mismas palabras con las que trataba de mostrarme a los demás, pero que con el tiempo habían comenzado a perder algún sentido.
Comencé a verme desde la distancia, desde la frialdad de una mirada que no simpatiza con lo que ve, y así de alguna forma poder digerir qué es lo que me motiva, qué es lo que me hace ser. Entendí que eso que veía, era lo que yo había construido y comprendí por primera vez lo agotador que era vivir intentando hacer felices a todos, a vivir procurando la perfección para otros, eso me supo amargo, y aún no lo sé con certeza pero pudiese no gustarme…
Me pasé más de la mitad del año viviendo en una felicidad mía, en una alegría mía. Fue así que finalmente conseguí detener los “mañana” que decía ayer, y los cambié por los ahora que digo hoy. Digerí lo que significa ser libre y la libertad permite que elijamos como queremos matarnos pero también somos libres de elegir como queremos renacer y libres para reescribir nuestra historia una y otra vez, una y otra vez.
Soy adicto a los nuevos comienzos (aunque secretamente sea un reincidente). A conquistar la felicidad. Se acabó, feliz año 2015.
SABER ELEGIR, #26
EL AMOR YA ESTÁ HECHO, #25
DETRÁS DEL MURO, #24
En cuestión de semanas muchas cosas pueden pasar… Cosas malas, buenas, también esas que por el momento no podríamos catalogarlas, pero generalmente son más cosas malas que buenas. También en cuestión de semanas hay muros que podemos derrumbar o por el contrario construir, pero en nuestro caso, en mi caso –que es el mismo caso en el que estoy contigo- no existen muros –ya no existen-.
Se siente bien saber que ahora puedo tocar tu piel -tu piel interior-, y besar los lunares que te recubren el alma y rozar las pecas que tienes regadas por dentro. Se siente increíble mirarte a los ojos y sin luchar hasta el cansancio poder entrar a ti.
Tu cálida sonrisa calienta mi ganas de ti, tu vibrante mirada me mueve y conmueve mi ser. Es impresionante como sin tocar-NOS, sin poner un dedo encima del otro podemos producir reacciones, sentimientos… Esa inmensa felicidad que es tenerte junto conmigo, estar juntos en la misma habitación, y por algunos momentos al día imaginar que vamos andando el mismo camino.
GRANDES MUROS, #23
Enamorarse es raro, no sé si sea una locura, aunque tal vez es una locura socialmente aceptable. Pero no deja de ser raro… Raro porque tiene que dar mucho miedo bajar la guardia, colocar el puente sobre el rio y esperar que la otra persona pase a tu vida, darle acceso completo… A ti.
Nunca será bueno sentirse vulnerable, sin resguardo, desnudo… Ante la mirada de una persona que de-construye quién eres, que comienza a conocerte, a tocar con sus manos frías las partes nobles y tibias de ti.
Por eso entiendo lo altos muros que te rodean, pero yo no desisto de saltar para intentar pasar sobre ellos, dar con tu centro tibio, suave, delicado, encontrar a esa niña que se estremecería de escucharme decirle al oído que podría amarla, y estremecer su piel hasta lograr poner su corazón pequeñísimo de la ternura que la haría sentir.
A veces odio estos grandes muros que te protegen, y me desespero intentando conseguir algún espacio para atravesarlos, colarme por algún huequito que me permita alcanzar ese cofre donde guardas tus sentimientos más preciados y dejarlos libres para que terminen de derrumbar estos muros.
Sin embargo me calmo, «medimos todo con el tiempo y no sabemos esperar». Yo sigo de este lado del muro y quiero creer que tú del otro lado me gritas que no me rinda.